En Chenche, en cambio, es un hombre de mediana edad, alto, de nariz aguileña, ojos negrísimos, larga y espesa barba y largos y abundantes cabellos con los cuales cubría su desnudez; sus manos eran finas, de largos dedos y afiladas uñas; boca grande, bien formada y dentadura toda de oro.
Tenía muchas alhajas en los dedos, de puro oro, y con piedras preciosas que brillaban en la inmensidad de las aguas. Habitaba un magnífico palacio construido de oro puro, en las moyas profundas, en los remolinos tenebrosos.
Había la creencia de que en los acuáticos lugares en donde el Mohán tenía su morada no se encontraba asiento; las profundidades del Mohán no tenían fin. Este palacio dorado tenía grandes salones iluminados con hachones en los que se oía un continuo murmullo, una monótona música hipnótica.
En el norte del Tolima también fue muy conocido el Mohán, así como sus leyendas y guaridas. En Honda decían que vivía en las moyas de Caracolí y en las profundas cavernas de los peñorales del Salto; en Méndez, en Conchal, en Paquiló; en las moyas del Bledo y el río Guamo; en los charcos del «Tambor», «Aguas Claras», «Charco Azul» y «Charco Hondo», en Lérida, en las angosturas del río Recio, en las charcas de Guarinó y en muchas otras.
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